martes, 16 de septiembre de 2008

Lifting

-Baaatmaaaaan, opéreme!!!! , pedían desesperadamente las mujeres y tenían razón. Pensó en su cara, ya no iba bien con el nuevo siglo, empezaban a no respetarla… Todo se había ido cayendo, mustiamente, bajo la fuerza inexorable de la gravedad… “Envejecer con dignidad”,qué estupidez…-pensó- La frase resultaba tan incomprensible como hablar de proletariado, de gustos burgueses y de Revolución…

Se acercó a la casa y tocó timbre. La recibió una señora de edad indefinida, con rostro estirado y colágeno en los labios que la hizo pasar. Para su asombro, cuando creyó encontrar un consultorio atestado, esperaba sola. La casona inglesa debió ser imponente en otro tiempo, lo decían las esculturas de mármol de dos angelitos de un metro de tamaño que flanqueaban el sillon verde de terciopelo de tres cuerpos. Después de un rato se abrió la puerta y salio una mujer que parecía tener su misma edad… El médico la hizo pasar, era joven, afable y tenía una leve cicatriz de haber padecido labio leporino.

El médico le explicó detalladamente cómo sería la operación… Harían un escisión alrededor de las orejas, se las despegarían literalmente, y reposicionarían los músculos caídos, luego levantarían la piel, estirarían y cortarían el excedente de la cara y el cuello… Duraría tres horas, más o menos, y quedaría muy natural. Esa era precisamente su duda y el medico se comprometió a garantizarle los resultados: nadie se iba a dar cuenta de que se había hecho una operación estética.

Cuando volvio a su casa se encontró con Julio Cortázar en el canal Encuentro. Mientras el español le hacía la entrevista, Cortázar fumaba sin pudor. Era ese gesto, nadie, hoy por hoy, se hubiera atrevido a hacerlo frente a una cámara. Decididamente eran otros tiempos, pensó, y fumar en público era una buena señal, estaba bien visto…

Estaba convencida aunque tenía un poco de miedo, si bien había más de una razón para hacerlo. Su naturaleza adaptativa y su convicción de supervivencia siempre la guiaron por buen camino, era lo suficientemente inteligente y sabía que para acompañar a los nuevos tiempos debía adherir a la cultura que había erradicado a la vejez y a la muerte. Se sabía valiente y mientras viviera evitaría a toda costa los exilios impuestos: Estaba decidida a seguir perteneciendo . La inclusión en el nuevo mundo del presente eternizado no era una opción, sino una necesidad.

Un mes después, cuando todo había pasado, en los negocios parecían tratarla con más amabilidad y la gente conocida que la cruzaba repetía el mismo elogio:” te veo más contenta, más optimista”. “Menos mustia”, contestaba, burlona, para sus adentros.
En el fondo se sabía inmodificable. La dignidad seguía siendo un valor y un principio, sólo que ahora aparecía yuxtapuesta con una cirugia facial. Cambios a lo gatopardo para seguir siendo la misma!, pensaba, y se sentía en realidad Circe preparando un bombón para ofrecerle a la posmodernidad: “Que vivan las cucarachas!!!”