sábado, 27 de junio de 2015

La luz después del alba en este momento político...




Sí que es imposible echar luz sobre ciertos asuntos… La lógica dice que la luz, después  después del alba, sobreviene, sin embargo, en algunas materias, esto es sólo una esperanza. Es casi imposible discurrir sobre cuestiones que prometan llegar a buen puerto cuando se trata  de definir  idiosincrasias, menos aún cuando nos proponemos  determinar razones para esas peculiaridades .

En realidad lo nos desvela es entender por qué el argentino es como es… Me dirán que sea menos pretenciosa, que no hable del argentino, que hay un país distinto más allá de Buenos Aires que, por otra parte, concentra a la mayoría de la población… Y sí, tienen razón, pero si nos atenemos a lo números estadísticos y marcamos tendencias, nos encontramos con que hay una forma de establecer  lo que en la década del setenta llamaron pomposa y erróneamente “el ser nacional”, en un tiempo en el que el concepto nación tenía una vigencia de la que hoy carece, a no ser por los nacionalismos,  “ismos” contestatarios contra la globalización creciente.

La variable independiente de nuestra cuestión sería la ideosincracia del argentino, tema ontológico de por sí y en el que empezaríamos a discrepar. “Somos como somos” de Eladia Blázquez; o “La argentinidad al palo” de la Besuit; o Gardel con “Mi Buenos Aires querido” y  un ser destinado al exilio, también de sí mismo. Lo cierto es  que si un argentino encuentra a un compatriota fuera del país es muy probable que le huya. Un argentino habla mal de los argentinos como si él no lo fuera, negando la pertenencia y cualquier parecido. También hace negocios en la Argentina pero  gira sus dividendos fuera, con un Uruguay con fueros de independencia, como un ex,  del  que vamos y venimos… 

Bueno, pero volvamos al tema, no me cabe duda de que no somos “hijos de los barcos”, aunque sí lo fuimos en algún momento en el que la inmigración fue fuerte, no ahora. Mientras fue pasando el tiempo la tendencia   europea en la forma de ser, que diera origen  al tango y al lunfardo como resultado de la integración, se fue diluyendo en el mestizaje interno. Las migraciones de los países vecinos reforzaron la tendencia  americanista. 

Al argentino le convence mucho más un caudillo que una legalidad institucional. Y claro!, si la legalidad institucional siempre fue dudosa, rozándo lo ilegítimo por lo menos, y los caudillos, que derivan directamente del cacique pre-hispano, tienen más entidad.

El argentino es individualista, tres argentinos no logran acordar, y eso podría tener explicación  en la soledad y la libertad del gaucho en la pampa. Sin un clima riguroso que imponga la congregación en pocos espacios para defenderse del frío, bastaba  con un cuchillo en mano, un caballo y el horizonte por delante, claro que el argentino puede haber impreso en sus genes el individualismo.

El argentino no respeta las normas, no las respeta si les son impuestas, sí tiene códigos primarios que le vienen incluídos, como el ser solidario. La historia de federales y unitarios con su desenlace tan cierto como ambivalente puede muy bien haberlo afectado genéticamente…

Los argentinos somos muy creídos, y tenemos con qué, somos capaces de grandes hazañas, pero incapaces de mantenerlas, como grandes neuróticos perdemos lo que conseguimos. Tenemos premios nóbeles, los mejores jugadores de fútbol y hasta una futura reina y un Papa, pero somos completamente ineptos para hacer  un proyecto común y crear las Políticas de Estado para concretarlo. 

Somos centauros  que, quizás porque como nuestros ancestros no distinguimos la división entre lo público y lo privado,  robamos al Estado, a lo público, hasta  el agua de los jarrones... , incapaces de lograr un mínimo de organización para defender el Bien Común.

Por suerte, también lo que escribo, no tiene consenso…

jueves, 25 de junio de 2015