lunes, 20 de julio de 2009

Tres historias de amor, locura y muerte

En el verano del 79 ellos fueron únicos, quizá por el efecto narcótico que da el amor… Como diseñados para dormir de a dos, estaban abrazados y así quedaron inmortalizados, su negativo fue de piedra volcánica. Los amantes de Pompeya permanecieron inmutables ignorando el estallido del Vesubio.

En el verano del 75 ellos fueron únicos, ella llevaba un vestido rojo con estampados pequeños, fueron al museo de La Plata y luego se tiraron en el pasto… Raro recuerdo, ella nunca logró que él se volviera loco por ella, ella sí estaba muy enamorada. Cuando se despidieron en Constitución ella tomó su corazón desgarrado y lo acunó. El iba a morir de Sida treinta años después expulsado de un hogar donde todo era asceptico y como debía ser: menos el SIDA! Y si la hubiera elegido? Hubieran tenido un perro, mucha familia, después aparatos electrónicos y kilombos infinitos, pero sin lugar para el SIDA… Sin embargo el mismo pensamiento, parecido, estuvo en la mente de otras mujeres. Todas estaban equivocadas: la dama elegida era la muerte y no había chance de ganarle.

En el verano del 2006 ellos fueron únicos, dormían abrazados después de haber hecho el amor. Ella era una mujer cuarenta años menor, rubia y eslava, grandota y rellena. El, un hombre que había sido muy apuesto y del que quedaba indemne su espíritu y un esqueleto que lo seguía sosteniendo con dignidad. Una pastilla mágica y lo había logrado: Una erección a la altura de sus bien llevados años y del apasionamiento de su compañera, luego se había dormido abrazado a su cintura cósmica, enorme… Se había dormido para no despertar un mes antes de cumplir los noventa, dejando sin fiesta a su enorme y bienponderada descendencia, su fiesta había sido privada, su espíritu burlón le había hecho un guiño a la vida antes de doblar la esquina.