lunes, 5 de octubre de 2009

Qué tristeza que se nos vaya Mercedes Sosa...

La ropa colgada en la soga, eso somos, aire… Aire y algo más: la ropa colgada sobre la soga.

El águila de piedra del Machu Pichi -esa ciudad cuyo nombre verdadero, su nombre cierto de ciudad viva, nunca sabremos- estoy segura que se llevó con sus alas el alma de los que debía llevarse, incluso el de la ciudadela. Sólo nos dejó la ropa colgada sobre la soga, los restos que quedaron de los que la habitaron.

Pienso en el sudario de Cristo y la ropa colgada sobre la soga. Pienso en la ropa y en la humanidad. Pienso en la nada que somos contrapuesta con la Nada de vaya a saberse en qué dimensión podríamos ser y nunca lo sabremos con certeza…

La ropa colgada en la soga, el aire moviendo las prendas y la voz de Mercedes Sosa, tan impresionante, tan pesada y profunda. La voz de Latinoamérica si tuviera voz, el desierto de Atacama, las edificaciones incas sobre los Andes, la selva insondable. Me deprimo, no por su muerte sino por la humanidad deshumanizada y la Latinoamérica profunda: tanta deuda pendiente, tan abrumante paisaje, tanta nada y tanta Nada. Tanta literal sin ropa colgada sobre la soga… Se me viene a la cabeza lo que cuenta Mercedes en su último video en el backstage de la grabación de su último disco: “mi mamá era tan sabia que cuando a la noche no había qué comer, porque pasábamos hambre en serio, nos sacaba al Parque 9 de Julio para que no oliéramos el olor a comida de las casas vecinas…”

Mercedes, tan enorme, tan enorme incluso físicamente en los últimos tiempos. Mercedes, una voz, un gran poema lanzado a mellarse con las estrellas, un alma llevada por el águila, entonces deseo la pertenencia a una concepción del universo donde exista la unidad : el Todo y la Nada siendo una sóla cosa. Donde no haya escisión y Viracocha sea el Dios. Donde mi sentimiento de nada y de muerte estén soportados por la cultura.

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