viernes, 11 de noviembre de 2011

Nada es gratis

-La princesa irascible vive condenando a los demás, y ellos la condenan sin comprender que se crío sin madre –dijo el rey apesadumbrado…

En el país de los triángulos todo era triangular y punteagudo, quizá por esa razón parecía poco amable… La princesa tenía una cara que terminaba en un vértice a la altura de la frente, sin embargo su cuerpo de triángulo isósceles bailoteaba como un trompo . Siendo nerviosa e irritable daba vueltas y vueltas con infinita gracia. Era sin duda una brillante bailarina, sin embargo la locura que padecía afeaba a la princesa triangular.

En el mundo de los triángulos era imposible imaginar una forma distinta a la que determinaba el polígono de tres lados. Y quién dice un mundo dice un universo: nadie jamás hubiera imaginado que más allá de las fronteras pudiera haber otras formas de las que determinaban su realidad.

Un día la princesa, como siempre, pendeciera y desagradable, se encontró con alguien distinto que no fuera su nodriza, el jardinero, el paje, el albañil o el soldado que vivían en el palacio - y que odiándola por sus malos modos, nunca se atrevían a llevarle la contra-. Había llegado un forastero, alguien de las afueras no tan distantes porque se veía tan triangular como los del reino. El forastero no tuvo ningún reparo en decirle a la princesa que era desagradable, maleducada y, lisa y llanamente, alguien no querible.

Las palabras del forastero tuvieron lugar dentro de la princesa que en el fondo se sabía “guacha”, en el literal sentido del americanismo. Entonces rompió en llanto, lloró tanto que hizo que la zanja que rodeaba al palacio desbordara, y siguió llorando y llorando sin consuelo, a pesar de todas las cosas que hacía su padre, el rey, para que dejara de hacerlo.

Una noche, cuando nadie se esperaba que sucediera, la princesa dejó de llorar, escapó de sus habitaciones y se subió a una barca que estaba amarrada. Sus lágrimas habían echo que el río llegara hasta el palacio. Comenzó a remar y se alejó con rumbo incierto.

Alguien dijo que el que no busca, encuentra, y fue así que luego de estar su barca a la deriva quedó atrapada en unos troncos. Exhausta y sin comer, la princesa se había desmayado unas horas antes. Cuando despertó los gritos se confundieron, ella gritaba al ver a los seres y los seres al verla: eran los redondos del país de los redondos. Sus cachetes y sus piernas y pies, sus manos, todo su cuerpo era redondo.

Después del tremendo susto, los redondos, suaves y acogedores, abrazaron la princesa triangular. Una madre redonda la adoptó. Le enseño a cocinar y hacerse una trenza. Ella no era la misma , ahora se había convertido en la dulce princesa triangular…Y bueno, pasó lo que tenía que pasar, el hijo de su mamá adoptiva se enamoró de ella. Pasaron un par de meses y luego decidieron casarse.

El rey triangular todas las noches pedía a su Dios triangular que volviera la princesa. Era tanta su fé que lloraba sobre los pies pinteaguados de su Dios y sabía que El le concedería su petición. Mientras tanto la princesa triangular mostraba un redondo vientre y se sentía pesada y triste porque extrañaba a su mundo y a su padre a pesar de los amorosos cuidados de su esposo redondo y su madre adoptiva que pasó a ser política.

Un día la princesa se sintió muy mal, y su nueva mamá trató de tranquilizarla: va a nacer tu bebé, mi nieto. Y así fue que nació un pequeñito bellísimo, con cara triangular, cuerpo redondo, piernas triangulares y brazos y manos redondas.

Cuando se sintió mejor su esposo y su mamá hablaron con ella: era tiempo de volver a su país y contar la buena nueva a su padre. Ellos eran redondos pero sabían que no todos eran como ellos, lo aceptaban y podían gozar de las diferencias, conocían a los cuadrados y los visitaban. Los triangulares aparecieron en sus vidas con la princesa. Pero los redondos no eran torpes, imaginaban que no todos podían ser tan amplios, y podían pensar que otros los rechazarían. Por eso acompañaron a la princesa y al bebé hasta la entrada del país- reino triangular y dejaron que ella y el niño entraran solos.

El rey al verlos agradeció a su Dios triangular poniéndose de rodillas. Besó a la princesa, que ahora era dulce, y miró al bebé con lágrimas en los ojos. Su carita pequeña y triangular le sonrío como reconociéndolo y enseguida extendío sus bracitos redondos.

El rey, feliz a pesar de lo que consideraba eran deformidades en su nieto, llamó a todo el reina para festejar. También consultó con los médicos que en secreto le dieron un diagnóstico y un pronóstico, se podría realizar un cirugía estética y remodelar, a la debida edad, las partes malformadas.

Luego de estar dos semanas, la princesa anunció su partida. El padre entonces habló por primera vez con sinceridad con su hija, le dijo que no debía llevarse a su nieto, que lo criarían en su reino, porque con esas deformidades no sería aceptado fácilmente.

La princesa tomó coraje y habló de lo que no se atrevía. El padre del bebé era redondo, y no sólo él si no todo su país era redondo. Y también había un mundo dónde todos eran cuadrados y amigables, quizás un poco menos que los redondos.

El rey se retiró a sus habitaciones y dejó que la princesa y su nieto se fueran. No podía resolver sus sentimientos confusos y, menos aún, sus pensamientos dónde de pronto se le mezclaban las formas y amenazaban con enloquecerlo…

Por suerte el tiempo, que todo lo cura, hizo que el rey triangular empezara a transformar su cosmovisión, de pronto lo que era universal y eterno dejó de serlo, entonces ordenó cambiar su espejo triangular por uno redondo, y además hizo que todas las aperturas triangulares del reino se pusieran a consideración de quienes las usaban, sólo que aquellos que decidieran cambiarlas por otras redondeadas o cuadradas se verían beneficiados por la eximición de impuestos.

Luego de seis meses el rey estaba en condiciones de visitar al país de los redondos dónde vivía su hija con su nieto y así lo hizo. Fue muy bien recibido con banderitas triangulares para homenajearlo: lo estaban esperando.

Y fue así como los triangulares naturalizaron a los redondos, y también a los cuadrados… Y los cuadrados a los triangulares..., tanto que después de varios siglos prácticamente todos los habitantes nacidos en los tres países-reinos fueron el resultado de una mezcla de formas que los hizo más adaptables, y por lo tanto más resistentes y felices.

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