miércoles, 7 de mayo de 2008

Física cuántica debajo de un asiento de la línea A

I

Si hay algo realmente fascinante en este mundo es viajar en subte. Claro que no podrán darme la razón los capitalinos que sufren al subir a vagones atestados en horarios pico y por sobre todo, aquellos, la gran mayoría, que se aletarga en “rumiaciones” poco gratas del pensamiento mientras viaja. Yo soy del Gran Buenos Aires, y me ubico en el extremo de la campana de Gauss, feliz por cierto, de los que tienen, raramente, mayor sensibilidad e imaginación frente al paisaje de la vida. Leí una vez un libro que era de mi padre: “La tierra hueca” y contaba de la existencia de un mundo subterráneo en las entrañas del planeta, algo así como si la superficie terrestre fuera una cinta de moebius y en el adentro-afuera hubiera otro cosmos… Siempre me interesaron las estrellas y los “mundos”, fui astrónomo aficionado aunque mi abuela insistía que era su culpa, por haberme dicho tantas veces que mi mamá, después de muerta, estaba en una estrella. Creerán que soy un hombre mayor, pero no es así, tengo apenas 30 años, soy soltero y tenía una fuerte convicción de seguir siéndolo, claro que esta situación fue hasta hace muy poco tiempo, antes de que sucediera…

Paso a contarles, subte de la línea A, cuatro de la tarde, día domingo, estación Río de Janeiro, en la próxima bajaba para ir a comprar un póster de Evita para regalar a mi tía abuela en el día de su cumpleaños. Debajo de uno de esos bellos asientos había una caja de cartón de mediano tamaño que me llamó poderosamente la atención, y esa fue la razón por la que me senté allí. En la estación, cuando se silenciaron los demás ruidos típicos de la línea A, escuché que desde adentro de la caja raspaban vigorosamente…

La cobardía no es uno de mis defectos así que, ahí nomás, me dispuse a abrir la caja y me encontré, para mi asombro, con un gato demasiado manso para mi gusto, joven pero adulto, que dejó que lo levantara, se acomodó inmediatamente y comenzó a ronronear… Los gatos fueron el sino de mi vida hasta que decidí emanciparme y comprar un departamento. Los gatos eran amados principalmente por mi mamá y mi abuela, aunque después me di cuenta que mi papá, en Bruselas, donde se fue a trabajar cuando quedó viudo y nunca más volvió, también tenía tres gatos. Los mismos longevos gatos que conserva casi veinte años después y representan toda su familia. Tenía que bajar así que descendí en Acoyte sin caja, pero con un gato en mis brazos.


II

Mientras caminaba la cuadra hasta llegar a la feria y pensaba qué haría con mi nuevo hallazgo, cosa curiosa, unas chicas como de unos veinte años me detuvieron para ver mi gato tricolor, y fue ahí que me di cuenta, entre las preguntas que me hacían y que me incomodaban bastante, aunque sabía de su buena voluntad, que tenía una cinta o algo así.

-No, no es mío
-¿Qué hermoso es gato o gata? –¿Está enfermo? -¡Qué divino!

No sé muy bien qué contesté porque en realidad soy bastante tímido y estaba muy incómodo. Creo que a esa altura ya me había adueñado del gato, había decidido quedarme con él, porque, justamente, me había llegado sin haber sido una posibilidad de elección - en la que habría dudado hasta lo indecible y hubiera contestado que no, porque no tengo espacio, trabajo todo el día, etc, etc…-. Claro que unos metros antes de leer la chapita que colgaba de su cinta: Micaela, ahí me di cuenta que era gata, y un número de celular.

III


Compré el póster y marqué el número de teléfono, del otro lado contestó una voz masculina que dijo que se estaba mudando, que había olvidado la caja y que me esperaba en Plaza Miserere para que se la devolviera. Pensé que era raro olvidarse la gata, sin embargo no dudé acerca de su propiedad. En plaza Miserere, ni bien bajé con la gata en brazos me interceptó una chica muy bonita, con cara de desesperada, que me pidió que me fuera y que la llamara luego, dándome un papel con un número de teléfono de línea, que por favor lo hiciera por ella y por Micaela… Me pidió mi número –le di el de mi casa, no sé bien por qué- y rapidísimo lo anotó en su celular, me dijo que me alejara y escondiera a la gata. Un minuto después llegó un muchacho de contextura mediana y aire violento que la tomó del brazo y discutieron un par de palabras:

-Pero si no la querés…-dijo ella

-No te la vas a llevar, es mía, vos y la puta madre que te parió, rajá de acá, pedazo de mierda…- La gata parecía reconocer la voz, movía la cola y había tensado su cuerpo debajo de mi campera. En ese momento tuve miedo de ser descubierto, pero no, pude subir al subte mientras la infeliz pareja esperaba, supuestamente, la llegada de su gata.

La verdad es que me hubiera costado decirle que no a cualquier cosa que me pidiera esa chica, que era bonita, pero además tenía una gracia especial y un aire de desamparo que animaban a ayudarla. Además, no devolverles la gata figuraba dentro de mis gustos, en poco tiempo esa gatita había establecido muy buena relación conmigo. Era evidente que era motín de guerra de la desavenida pareja, y , por otra parte, en mis brazos estaba muy contenta. Supe que no llamaría nunca al teléfono que me dio la chica y dudaba sinceramente sobre su llamado. La chica se veía débil, incapaz de hacer oír su voz, y él estaba dispuesto a despedazar a la gata con tal de hacerle daño a ella. Estratégicamente, si amaba a la gata, debía dejar que me la lleve… Lo único malo, y lo pensé, fue que no debí darle mi número. Si había alguna posibilidad de deshacerse de ese energúmeno, lo primero que haría sería querer recuperarla… En mi fuero interno le di un mes, un mes para cuidar de su gata, luego no habría devolución posible…


IV

Cuando llamaron por el portero pensé en no atender. No esperaba la llegada de ningún amigo, tampoco una carta certificada y no me interesaba ser molestado por ninguna vecina del consorcio. La insistencia hizo que atendiera y me encontré yendo a abrirle la puerta a la chica pelirroja dueña de la gata. La cara mía debió ser de tal desconcierto que lo primero que explicó fue que había sacado mi dirección del Datel. Me dijo que quería verla, que necesitaba saber cómo estaba… Como buen culposo, creí que había adivinado mi intención de quedarme con la gata, y quedé a expensas de la chica haciéndola pasar. Mi gata la recibió muy feliz, y entonces decidí iniciar una conversación en serio…

-Mirá, cuál es tu nombre? –Mercedes- Bueno creo que la podés venir a visitar cuantas veces quieras, claro que si yo estoy, hoy sábado estoy… Lo que creo debemos aclarar, y me parece justo, es que si en un mes no podés encontrar un sitio dónde vivir con la gata, me la quedo yo, porque estoy muy encariñado con ella y ella acá está contenta y cómoda…

-Sí, sí, por supuesto. Lo que quería pedirte es si no me dejarías estar en tu departamento por dos o tres días, no puedo ir a casa de mi familia porque iría a buscarme…, y no tengo a dónde ir… - rompió a llorar-

Si hay algo que no puedo soportar es el llanto de una mujer, entonces le dije que sí, aunque no sabía cómo iba a estar tantas horas con ella en un departamento de dos ambiente. Le dije que iba a dormir en mi cuarto y que yo inflaría un colchón, pero que me tenía que ir todo el día hasta la noche, que le dejaba una llave…Y fui a visitar a mi abuela que no me esperaba hasta el domingo al mediodía. Pensé que el domingo haría otro tanto yendo además a visitar a algún amigo y el lunes ella se estaría yendo.


V


El lunes, el martes, el miércoles, el jueves y el viernes y mi huésped forzada seguía en casa. Las cosas no fueron tan incómodas, ella ordenó el departamento, lavó las cortinas y preparó comida, que cada uno comía por su lado porque yo llegaba lo más tarde posible. Estaba esperando que dijera que se iba, pero no pasaba. El sábado decidí no ir a la casa de la abuela ya que me pedía que hiciera un montón de trabajos inútiles como ordenar fotos en su viejo album – con ochenta y siete años estaba muy bien, estaba lúcida y se las arreglaba sola, aunque resultaba cargosa con sus reclamos- y entre Mercedes y la abuela, preferí quedarme en el departamento. Además tenía varias películas para ver desde el fin de semana pasado. Mercedes pidió para verlas ella también y la gata se subió sobre mis piernas.


V

A la segunda semana se pinchó el colchón, lo tenía que inflar dos veces por noche hasta que pasé a dormir en mi cama -de dos plazas- con Mercedes. Soy un tipo muy respetuoso, igual temía que dormido hiciera algo que pudiera molestarla, en realidad me despertaba varias veces soñando que la abrazaba. Habíamos puesto una almohada larga entre medio de los dos. A decir verdad, nunca había dormido con una chica. Me cuesta mucho establecer relación con la gente, más si se trata del sexo opuesto. Tanto en la facultad como en el instituto terciario, donde trabajo como profesor, todos habían registrado mi cambio y me decían que me notaban más contento. En realidad estaba enamorándome de Mercedes, aunque ella, con una actitud amistosa y simpática, mantenía la distancia. Decidí entonces comprar entradas para ir a ver Cabaret, el musical, invitaría a Mercedes y quizá, en una salida pudiera decirle algo más…




VI

Cuando llegué esa noche con las entradas en el bolsillo me di cuenta de que algo andaba mal. Micaela me esperaba en el pasillo y me recibió con demostraciones de cariño nerviosas, en el sillón estaba su bolso armado:

- ¿Te vas Mercedes? –mi pregunta sonó destemplada, así estaba yo
- Sí, me voy, te quiero agradecerte todo lo que hiciste por mí…
- Pero si vas a casa de tu familia te va a molestar…
- Vuelvo con él, estuvo hablando con mi hermano y le dijo que ya no consumía…, y que no podía vivir sin mí.
- Por lo que me contaste, él es violento, consumiendo o no…
- Puede que me equivoque, igual la decisión está tomada, dijo que si acepto nos iremos a España en un mes, que va a trabajar allá con un amigo que se puso un negocio de tatuajes.

A mí se me cayó el mundo, la abracé cuando se despidió y le dije que lo pensara mucho, que océano de por medio estaría más sola, que ni siquiera iba a tener amigos o familia a quienes recurrir… Pero así como llegó a mi casa, se fue, dejándome un vacío descomunal y a su gata.


VII

Los siguientes días estuve con síntomas difusos, hasta me hicieron un análisis para ver si tenía mononucleosis. Micaela me acompañaba no moviéndose de mi cama. Creo que reviví la tristeza enorme que tuve cuando murió mi mamá, tan mal me sentía que no tenía ganas de seguir viviendo. Recién a los veinte días de haberse ido me empecé a sentir mejor, gracias a la esposa de un amigo que es psiquiatra y que me recetó unos antidepresivos. Según ella eran suaves, igual los iba a tomar bajo su supervisión. La cuestión fue que esas maravillosas pastillas hicieron que pudiera retomar mi vida.

No tenía ninguna noticia de Mercedes lo que hacía que la fuera olvidando casi como si hubiera sido un sueño. Micaela era mi gran compañera y todo se encarrilaba hacia la normalidad, hasta ese sábado. Después de mirar un par de películas ya eran las cuatro de la mañana y me fui a dormir. Media hora después Micaela empezó a llorar de manera alarmante y extraña, traté de calmarla sin resultado. Sus aullidos eran potentes, asustaban y angustiaban . Diez minutos y me estaba cambiando para llevarla a algún lado para que la vieran cuando suena el timbre de mi puerta. Perseguido, pensando en que era algún vecino que venía a protestar por los aullidos de mi gata, no quería atender, pero no podía, tenía que salir si quería llevar a Micaela y para eso debía abrir la puerta y dar las explicaciones a quien las requiriera. Observé por la mirilla y era mi vecina del departamento contiguo. Una chica parca, bonita, algo mayor que yo quizá, pero cuya característica principal era una potente cara desagrado, tanto que ni el portero –el ser más falso y sociable del mundo- se atrevía a dirigirle la palabra. Me quedé un instante duro y con el tercer timbrazo abrí:

- Hola, veo que tenés problemas con tu gata, soy veterinaria

Esa era toda una revelación porque nadie sabía a qué se dedicaba, siempre vestía de modo informal y jamás se la vio con un guardapolvo o algo que se le pareciera, por otra parte no hablaba nunca con ningún vecino, mucho menos de lo poco que lo hago yo, y no acudía a las reuniones del consorcio desde hacía dos años en que se había mudado.
Micaela parecía deshacerse de dolores y la conclusión de mi vecina fue drástica:

-Esta por parir, hay que ayudarla, es muy joven

Le dije que no podía ser… A lo que me preguntó si no me había dado cuenta de lo gorda que estaba y si no había sentido que “algo” se movía dentro de su panza cuando la acariciaba. Su tono, sin ser amable, tenía bastante de didáctico e intentaba hacer que saliera del estado catatónico en que me había sumido: ¡mi Micaela iba a tener cría! Era difícil de elaborar, más aún cuando ya estaba en trabajo de parto. Mi vecina abrió su maletín y sacó guantes de látex.

VIII

El parto resultó conmovedor, Micaela se comportó como una gran mamá, tuvo tres gatitos enormes, dos como ella y otro negrito. Mi vecina, la alentó y la ayudó y también lo hice yo, en realidad fue un gran trabajo por parte de los tres, según lo que me dijo. Se llama Lola, y es muy cariñosa con los animales. Fue extraño porque ni siquiera nos saludábamos cuando nos encontrábamos en el ascensor y ese domingo salí a comprar un gran ramo de flores para regalarle. Cuando se lo di se le iluminó el rostro. En realidad parecía otra persona, muy distinta a la que conocía, a lo mejor ella también pensó lo mismo de mí. Me extrañé cuando preguntó si mi novia estaba de viaje, a lo que le contesté que no era mi novia sino una especie de prima que vive en España y había estado de visita. Recordé las entradas vencidas para ver Cabaret que acababa de tirar a la basura y entonces muy naturalmente le propuse a Lola, si era que le gustaban los musicales, que la invitaba a ir a ver Cabaret, que si me decía que sí ya sacaba las entradas… Enrojeció y me contestó que no tenía ninguna obligación, a lo que respondí que era lo que quería hacer, que me daba mucho placer invitarla.


IX

Los gatitos tienen dos meses y están regordetes y juguetones. Con Lola estamos saliendo y muy enamorados, hasta nos planteamos mudarnos a una casa que compraríamos a medias. Detrás de su hosquedad se escondía la mujer más hermosa y tierna que conocí hasta ahora, creo que la amo... Ah! Recibí un mail de Mercedes, duró sólo quince días con su pareja, ahora se mudó sola a Madrid y consiguió trabajo, está contenta y quiere que le mande un video de Micaela y sus gatitos.

En tres meses y días, que es el tiempo en que encontré mi gata, la vida se me dio vuelta como una taba. Causas y azares, o misterios quizás… Vivo, con Lola, en dos departamentos contiguos, tengo proyectos de formar una familia y me siento tan feliz como nunca jamás hubiera creído. Por eso, si se sienten en algo identificados conmigo y ven una caja debajo de un asiento de la línea A, no duden de sentarse allí… Porque al fin de cuentas nadie puede saber en qué órbita se halla el electrón y si se comportará como energía o partícula…

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