domingo, 16 de noviembre de 2008

Sopa otra vez...

Cabellos de ángeles sin sueños…Quiero abrir los ojos y me vuelvo a sumergir en el líquido tibio ligeramente aceitoso. Nado al lado de un fideo. Puedo reconocer que, como Sísifo, retomo el cuento una y mil veces. En vano trato de ponerle fin al trabajo que me hace transpirar y no logro más que revolverme en la cama. Vuelvo a hacer el esfuerzo de despertar. Otra vez sopa…

Me creía a salvo, quizá por la vana esperanza de que el deseo esté regido por las hormonas y las mías siguen una curva descendente. Animal raro el humano y los cincuenta marcan un punto de inflexión, o no…, a lo mejor los puntos de inflexión estén a la vuelta de la esquina… A decir verdad, yo vi al Aleph cuando comencé a chatear, hace poco, muy poco… Ahí lo conocí, en una sala virtual.

El enamoramiento es un traje que todos guardamos en el propio placard hasta el día de nuestra muerte, hoy lo sé, el mío estaba bien guardado, tanto que había olvidado su existencia. Soy soltera, profesora de historia, gran lectora y amante de la naturaleza y el arte. Confieso que siempre pensé que encontraría pareja, al menos hasta los cuarenta, después de perderme en un amor perdido. Luego enfermó mi madre y estuve largos años cuidándola. Lo demás, una buena vida, no hay por qué seguir los cánones establecidos para ser feliz, nunca sentí el no tener hijos, los alumnos me bastaron, por otra parte creo estar un poco anclada en mi propia adolescencia, por eso me llevo tan bien con ellos… Me reconozco idealista y algo extremista, me cuesta aceptar los grises.

Con Gustavo, así se llama, empezamos una fuerte relación hace tres meses. Todo era virtual hasta la tarde de ayer. Sabía todo de él, pero él era otro. Cuando lo conocí su voz…, sus fotos…, no era él. Lo ví más petizo de lo que me imaginaba, era más pelado y más viejo, en fin, una gran decepción… Un error. Traté de explicarle, sin herirlo, que me parecía que nuestra relación no funcionaría en la realidad, que éramos dos espíritus afines, dos almas gemelas…, y esa era la razón por la que nos llevábamos tan bien en la virtualidad. Por toda contestación me tomó desprevenida y me besó. Un beso, digamos, prudente. Traté de conservar la amabilidad y le dije que lo seguía apreciando pero que no, que no iba a poder ser… Me levanté y me fui.

Hasta ahí, la desilusión pero lo más terrible fue descubrir, casi en el mismo momento en que subí al subte, que mis labios sentían y que me había gustado el beso de un Gustavo corpóreo que no me gustaba… Luego vino la noche mal dormida y este trabajoso despertar… Suena el teléfono y por fin vuelvo. Es Gustavo...

Finalmente despierta y en el mundo tengo una decisión tomada: adaptar el traje de mi placard para este hombre. Y para el que diga que el enamoramiento es sólo una cuestión adolescente, que revise la Historia Universal, o en un gesto más posmoderno, aplique la Ley de la probabilidad a las historias particulares de los humanos! Después de eso, si se considera completamente a salvo, que tire la primera piedra!

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