jueves, 22 de marzo de 2007

La gran posta de sueños


Pobre Isabel, no sabía mirar televisión, no había ninguna novela, ningún programa que le gustara…Tampoco podía ir a la Iglesia, aunque lo había intentado denodadas veces… Solamente l e quedaba el hoy por hoy, eso de llegar a fin de mes con poca plata y sin demasiadas pretensiones.

En su vida estaba todo mal… Una mujer de clase media ya grande, de ex –clase media con las medias rotas y un ir tirando como futuro. Si su presente hubiera sido otro, no se hubiera ocurrido jamás embarcarse en semejante proeza…

Esa tarde , cuando volvió del supermercado, con el ticket en el monedero y su marido mirando el partido, lo decidió. Siempre había sido muy buena en la escuela: “¡qué inteligente Isabel!”, decían parientes y vecinos… Pero lo que a ella le interesaba era la Filosofía, digamos que una locura para una joven de Burzaco en los años sesenta.

Cuando acomodaba las cosas en los estantes y guardaba las bolsas de Disco para usarlas con la basura, cerró una idea en su cabeza y tuvo la certeza… Ella iba a re –escribir el Evangelio: “El Evangelio según Isabel”. Para eso tenía su sentido común intacto y una visión que podía iluminar lo que veía…

Sacó el ticket del monedero y vio el Aleph…¡Era como si toda la humanidad desde el principio se condensara! ¡Allí estaba el hombre pre- histórico que se pensó a sí mismo por primera vez cuando estampó su mano en la piedra! ¡Increíble!

Tomó el ticket: galletitas Crioll… Leche…, y en un ritual que recién inventaba para no perder la idea –esa pre-claridad que aparece en algunos sueños cuando nos despertamos para ir al baño, y que luego en la mañana no podemos reproducir-, lo dobló y lo guardó en su corpiño gastado, cerca de su corazón…¡No era el ticket lo que guardaba! Era esa visión esclarecedora de la impronta de la mano en la cueva, del uso de la herramienta, de la invención de la rueda…

Isabel, con el corazón acelerado, tomó una lapicera y un block de hojas y le mintió a su marido: “voy a lo de Cristina”. No sonó natural pero estaba segura de que a él no le importaría. Subió entonces al altillo y escondida empezó a escribir con letra temblorosa:

El evangelio según Isabel

Dios nos es extraño

ES la fórmula matemática

Maravillosamente bella

Del Universo

Que nunca alcanzaremos a comprender

Se detuvo entonces, “ese no era un Evangelio”. Sacó su ticket y lo desdobló intentándolo otra vez. Esa tarde en el supermercado, el código de barras y la cajera habían generado ese pensamiento…

De pronto prosiguió

Cuando Dios nos extraña…

En tus ojos

Sólo entes ojos

Descansa un sueño

Que ya no es mío

Y ahora era ella la asombrada. Sin lugar a dudas ese sí era un “misterio”. No sabía cómo se le había ocurrido pero le resultaba más cierto que el invento de la Santísima Trinidad. .. Qué estaba diciendo, ¡era demasiado! ¿Sería una revelación diviana? Tiró el ticket y lo guardó junto a su pecho.

En los ojos tuyos, en la mirada próxima y querida… En nuestros hijos… En la generación que nos sigue, o en la otra, o quizá más adelante… En nuestro prójimo… En la humanidad toda, por los siglos de los siglos amén…. Y cuando cansados cerremos los ojos, por un rato o definitivamente, ¡seguirá la gran posta de sueños! –Isabel pensaba maravillada.

Bajó del cuartito con una alegría d inauguración, iba a proponerle tomar mate a su marido y estaba cambiando mentalmente las cortinas. El partido no había terminado, pero sucedió algo extraño. Se miraron y allí estaba, desnudos, a pesar de tener toda la ropa y los años puestos. Se besaron e hicieron el amor, tiernos y apasionados, históricos y desconocidos, recientes y reconocibles.

Cayó el papel al suelo y siguió “rodando” como posta de humanidad…Porque “cuando Dios nos extraña: en tus ojos, sólo en tus ojos, descansa un sueño que ya no es mío…”

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